Ya desde los primeros años del Taller de Dramaturgia nos enfrentamos con un problema: cuando hacía falta hacer ajustes a textos teatrales en verso (y la mayoría de las obras teatrales de la historia se han escrito en verso), o crear textos de canciones o similares, los alumnos mostraban una especial dificultad para la versificación. Incluso aquellos que tenían ya cierta reputación "poética", quizá porque se haya extendido la falsa noción de que los escritores y poetas no necesitan ya dominar esas técnicas.
Tuvimos entonces que incluir elementos de dominio técnico poético, hacer comprender las leyes de la rima, la métrica, el ritmo, las pausas, etc., en los versos y estrofas. Algo que en la Escuela de Teatro se hacía con los actores, para que supieran recitar y declamar el verso y la poesía y representar diálogos con ella, tuvimos que emplearlo y ampliarlo con los escritores. Sin embargo, no creamos una cosa que se llamara específicamente "Taller de Poesía".
Nunca pensamos que un verdadero poeta tuviera que asistir a cursos de poesía para aprender a escribirlas. Durante miles de años, los poetas han practicado esforzadamente, con auto-formación, hasta alcanzar cierta perfección formal, para después lanzarse a adquirir un dominio maduro de sus propias fórmulas expresivas. De hecho, hoy en día sería más fácil que nunca, porque los tratados de métrica o información suficiente se encuentran por doquier en internet.
Pero, en fin, estamos en la época del "tallerismo" y recibimos solicitudes de personas para "aprender" a escribir poesía., no como extensión del trabajo dramático, sino puramente poesía. Así surgió el Taller de Poesía Formal, con muy buenos resultados, porque nosotros no "enseñamos" a escribir poesía, sino que hacemos el papel de monitoraje y conducción; lo entendemos más como labor de un "entrenador" que exige rigurosas tablas de ejercicios al deportista. Nuestro trabajo tiene que ver más con la auto-disciplina y la voluntad, con el objetivo de que el poeta alcance la verdadera libertad expresiva y aprenda a avanzar siendo modesto y sin esperar que le regalemos los oídos sobre supuestos poemas que, en realidad, son simples ejercicios, normalmente infumables.
Así se entrena a los actores; así se entrena a las bailarinas; así entrenamos a los poetas.
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